miércoles, 23 de septiembre de 2009

San Nicolás de Tolentino


Vida de San Nicolás de Tolentino


Sant’ Angelo in Pontano


En un pueblito ubicado en el centro de Italia llamado Sant’Angelo in Pontano vivían con cierto decoro y tranquilidad económica dos buenos esposos, Compañero y Amada. Ambos dedicaban gran parte de su tiempo a la oración y a practicar la solidaridad con los más necesitados.

Compañero y Amada anhelaban que su matrimonio se viera bendecido con la llegada de un hijo, pero esto no ocurría hasta que se decidieron pedirle a Dios esta gracia invocando la intercesión del Obispo San Nicolás de Bari.

Obtenida la gracia divina y agradecidos por la intercesión de San Nicolás, Campagnone y Amada decidieron que su hijo llevase el nombre del santo de Bari.


Nacimiento y vocación


En el año 1245 en el castillo San Ángel, nació Nicolás.

Muy tempranamente, siendo aún niño, Nicolás manifestó su deseo de consagrarse al Señor. Animado por la predicación de un fraile, el P. Reginaldo, Prior de un Convento agustiniano, pidió ser admitido en la Orden de San Agustín.

Cuando cumplió quince años, Nicolás fue enviado al Noviciado que en ese entonces se llevaba a cabo en el Convento de San Ginesio.

Nicolás de Tolentino llamado por Dios a formar parte de la familia agustiniana, se sintió interiormente seducido por dicha espiritualidad y desde entonces decidió recorrer el camino del seguimiento de Jesús teniendo a San Agustín como padre y maestro espiritual.

Vivió Nicolás de tal manera su vocación agustiniana, que los agustinos no se tardaron en ver en él un ejemplo concreto de la vivencia del carisma.

Al terminar el noviciado, emitió sus votos de obediencia, pobreza y castidad y posteriormente fue enviado a Tolentino y más tarde a Cíngoli, donde fue ordenado sacerdote.





Gran intercesor a favor de los difuntos

No es extraño que, de manera especial, se invoque a San Nicolás para pedir su intercesión de los difuntos. Esto tiene su sentido no solo porque ya en vida rezaba mucho por ellos, sino porque también tuvo una experiencia mística del purgatorio donde en una visión el alma de Fray Peregrino le pide al santo que celebre la misa por los difuntos.

Cuando San Nicolás recibe la petición de Fray Peregrino ya tenía el encargo de celebrar la misa por la comunidad del convento, pero, una vez obtenido el permiso del padre Prior celebró la misa por los difuntos y al sacrificio eucarístico añadió horas de intensa oración y de penitencia. El alma de Peregrino se le apareció nuevamente en visión para agradecerle y asegurarle que él mismo y muchos otros dejaron el purgatorio y entraron en el cielo.


Buen predicador y confesor



El celo por la palabra de Dios lo hacía fervoroso en la predicación. Su palabra era penetrante, su mensaje sencillo y a la vez profundo. Quien le escuchaba regresaba a su casa confortado y enriquecido interiormente.

Según numerosos testimonios recogidos durante su proceso de canonización podemos afirmar que San Nicolás fue un gran confesor. Dedicaba gran parte de su jornada para escuchar en confesión a numerosas personas que acudían a él.

En el confesionario Nicolás recogía los frutos de su predicación y de su testimonio. Al dar la penitencia sacramental era muy benévolo porque imponía penitencias leves, incluso a aquellos que se acusaban de pecados graves, y él después, por su parte, se encargaba de hacer grandes penitencias a favor de los penitentes.


Solidario con los necesitados


Se preocupaba mucho por la gente, hacía suyas las alegrías y tristezas de las personas que gustosamente visitaba. Cuando ya se encontraba enfermo, en los últimos años de su vida, se dejaba ayudar por un bastón para poder continuar con las visitas. Todos le pedían la bendición y fueron muchos los que, después de su muerte, le recordaban bendiciendo.

Narra Ranalduzzo di Andrea da Tolentino: “Hablaba con mucha afabilidad cuando trataba con las personas y siempre exhortaba a tener confianza en Dios”.



Hospitalario y amable como San Agustín

Cuando al convento llegaba algún huésped, Nicolás se acercaba al padre Prior para recordale la hospitalidad agustiniana sugiriéndole para el recién llegado, algún plato extra o más esmerado.

San Nicolás es visto entre los hijos espirituales de San Agustín, como el más grande, y el más parecido a él. Esto es justamente por su carácter afable y cortés.

El P. Ángel de Santa Victoria, que fue superior de San Nicolás, declaró que el santo obedecía a cada orden suya con prontitud y diciendo: “lo hago con gusto”.


“En Tolentino, en Tolentino”

En cierta ocasión estando Nicolás en el convento de Fermo, realizó una visita de cortesía a su primo que era abad del Monasterio de Monturano.

Cuando el Abad lo vio le dijo:

“Querido primo, ¿por qué te veo así tan delgado? Me doy cuenta de la pobreza de tu Orden y extenuado como estás, veo que no podrías soportar los rigores, te aconsejo de poner remedio a tiempo… la Providencia divina te a traído hasta aquí aprovecha la ocasión”.

Nicolás se despidió de su primo y luego para retomar la serenidad estuvo orando en la Iglesia contigua al monasterio: “Guía Señor mis pasos a tu presencia”.

Al momento cayó en éxtasis y se vió rodeado de ángeles que le cantaban: “en Tolentino en Tolentino acabarás tu existencia; persevera en tu vocación a la cual has sido llamado…”

En el convento de Tolentino, localidad de Italia central, vivió Nicolás sus últimos 30 años, fiel y feliz como fraile agustiniano.





Confianza en la intercesión de la Virgen


Tenía Nicolás tanta devoción a María que acostumbraba invocarla con frecuencia durante la jornada. Casi al final de su vida, Nicolás se sintió sin fuerzas y enfermó gravemente.

En una aparición la Virgen le dijo: “Yo soy la Madre de tu Salvador, la Virgen María, que tanto has invocado. Yo misma te doy esta saludable receta” – estirando su mano derecha hacia la plaza continuó: “manda a tu enfermero donde aquella mujer para que pida en nombre de mi hijo Jesús un pan fresco: cuando te lo traiga mójalo en agua, cómelo y sanarás”. Este es el origen de los panes benditos de San Nicolás.

Una estrella misteriosa

Ya en el último periodo de su vida, cuando en la noche se levantaba a orar, el P. Nicolás observaba una estrella misteriosa que, saliendo de San Ángel, lugar de su nacimiento, llegaba hasta el lugar de su oración.
Cuando un hermano de comunidad le explicó que esa estrella significaba su virtud e indicaba el lugar de su sepulcro, respondió: “por caridad! Aleja de la mente esos pensamientos, yo he sido siempre un siervo inútil de mi Señor”.



El tránsito feliz de Nicolás

Nicolás tenía sesenta años cuando sintió cercana su muerte. Con grandísimo fervor y serenidad se preparó espiritualmente para vivir su tránsito rumbo a la Ciudad de Dios. El Prior de la comunidad le administró los sacramentos y Nicolás pidió sostener una cruz en sus manos. De inmediato su rostro quedó iluminado y los frailes le preguntaron:

- ¿Qué ves, Nicolás?
Con un hilo de voz les respondió sonriente:
- Jesús, su Madre y nuestro padre Agustín me invitan a partir.

Era el 10 de setiembre de 1305 cuando una estrella misteriosa brilló sobre Tolentino.
San Nicolás es abogado de las almas del purgatorio y protector de la Iglesia. Por los muchos milagros que Dios obra por su intercesión se le ha considerado taumaturgo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario